jueves, 4 de junio de 2009

Bruselas

Llegamos a Bélgica (y en el momento que estoy escribiendo esta frase 1 semana después estamos entrando en República Checa), sofocados por el calor de un micro sin aire acondicionado y con una sensación de estar en un “tercer mundo”. En realidad podría decirse que nos encontramos en esa inclasificación entre el tercer y primer mundo, debería ser el “segundo mundo”. Dentro de la misma categoría podría haberse encontrado Portugal, contradiciendo a nuestro amigo Nicasio de Badajoz. Luego nos daríamos cuenta que la capital de Europa, no podría ser ni tercer ni segundo mundo, pero recordaríamos que hay pobres en todos lados y en esta ciudad parecían que la estación de trenes y micros era su hogar.

Si citamos a la esposa del personaje de Adrian Suar en su última película (Un novio para mi mujer) las coincidencias no son más que pelotudeces, pero lo que viene a continuación es bastante extraño. Estábamos caminando por una avenida de Bruselas, GPS en mano, ya que no habíamos conseguido un mapa de papel y hueso, mochila en la espalda y frente cuando Ema decide parar a sacar una foto a ya no tiene importancia qué, Gabi y yo lo esperábamos en la esquina de la calle, cuando de repente en la mano de enfrente aparece una persona conocida. Obviamente no podía ser, nadie sabía que estaríamos en ese punto de la ciudad, o de bélgica o incluso del mundo a esa hora ese día, se debía parecer. Nuevamente volvimos a mirar y el parecido ya era demasiado, y si, cuando se escucha, “¿Qué hacen acá boludos?” no quedaba duda. Resulta que nos encontramos a Lorena una chica que habíamos conocido en el hostel de Madrid y que sólo la vimos 2 días, estaba a unos 2000 kilómetros (a ojo de buen cubero) en frente nuestro. Desde el día en que la despedimos no habíamos tenido noticias de ellas y estábamos lejos de haber acordado encontrarnos en algún punto de nuestro viaje.
Bueno, la cosa es que estaba ahí, como andaba media apurada le preguntamos si sabía donde quedaba nuestro hostel, y tal y como sospechábamos estaba en la otra punta de la ciudad, donde no había nada, nos comento donde estaba parando y fuimos para su hostel. Como habíamos reservado por 9 euros nada más no era nada si cada uno perdía 3. Resulta que nos cobraron la habitación porque había que cancelar con 48 horas de anticipación, pero de eso nos enteramos después de haber hecho nuestro check in en el nuevo hostel. La recepcionista del hostel también era argentina y a la noche nos llevaría a recorrer un poco la ciudad, junto con Lorena y un nuevo amigo venezolano.
Dejamos las cosas en el cuarto, que no era privado, pero era para 3 personas. Linda habitación. Pedimos un mapa de la ciudad y par de indicaciones sobre los lugares más interesantes. Partimos con un sabor medio amargo por haber pagado doble hostel pero con el tiempo fue desapareciendo. Caminamos algunos minutos hacia un punto que ya no recuerdo cual era, cuando vimos unas callecitas de 3 metros de ancho llenas de restaurantes que las invadían de mesas y sillas a ambos lados, haciéndolas aún mas pequeña. Sin embargo parecía que la reducción del espacio se complementaba con la magia de la ciudad. No se puede decir que era un lugar pintoresco, ni que las casas eran modernas, o antiguas, no se destacaban arquitecturas, ni se marcaban estilos, simplemente era magia, una energía especial que estaba constantemente en la ciudad y se unía a nosotros. Anduvimos unos minutos por la primer cuadra, luego por la segunda, la tercera y parecía que toda la ciudad iba a ser igual, por las calles que las cortaban tampoco circulaban autos ni eran calles de edificios, ni negocios variados, más y más callejones igualmente decorados con restaurantes uno al lado del otro.
Un coro en una galería distrajo nuestra atención. Sin embargo la galería tampoco era un edificio sino una calle techada. Luego de dos canciones nos alejamos para volver a nuestro camino sin destino, volvimos a una de esas calles, o probablemente a la misma que habíamos pasado anteriormente, cada una era igual y distinta a todas y de ellas mismas.
Nuestra ruta nos dejo en la plaza de la ciudad, donde no había árboles ni pasto, ni juegos, sino que era un gran empedrado rodeado por edificios antiguos, llenos de banderas belgas y una alta iglesia que se perdía en su altura. Parecía que la magia de los calles nacían en esta gran plaza y se esparcían hacia todos los sentidos como canales que desembocan en un gran lago. La paz y la euforia coincidían en cada punto. Nos quedamos un rato para sacar un par de fotos, luego nos sentamos y almorzamos nuestra merienda.
Renovados por la energía de la plaza decidimos que era hora de seguir recorriendo un poco la ciudad. El día siguiente iríamos a otra y el posterior estaríamos en otro país, así que no había tiempo que perder. Trazamos un camino para poder visitar la mayor cantidad de lugares que nos habían recomendado y fuimos viéndolos uno a uno. Sinceramente la primer plaza se llevaría todo nuestra atención y poco hay que comentar de los demás sitios. Lindos parques en construcción, el palacio real que sólo miramos desde la vereda de en frente ya que el día anterior habíamos estado en el esplendoroso palacio de Versalles, una aburrida calle de oficinas de políticos europeos (como comenté anteriormente Bruselas es la capital de Europa y ahí se encuentran todas las instituciones de la comunidad), la calle más fea del mundo nombrada así por los mismos “bruselianos” llamada “Robert Schuman”. Nuestro punto de regreso fue un muy lindo parque con las características puertas a las ciudades europeas. Nuevamente nos sentamos a descansar, sacar fotos y disfrutar el paisaje. Unos momentos mas tarde emprenderíamos el regreso a nuestro segundo hostel.
Continuará...

1 comentario:

  1. A ver!! hay que agradecer a Armeanok por relatarmos el viaje!! un apaluso para él!! GRACIAS!!!! pues los otros dos muertos no se animan a relatar nada!! Besos a Armeanok!! : )

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